Las prisas por retomar el trabajo son la razón principal de comer de pie: una decisión inadecuada. El objetivo de esta postura es dedicar el menor tiempo posible a una necesidad fisiológica básica. En La Grosella te explicamos las consecuencias de esta elección.
Los expertos aseguran que esta práctica se debe realizar sentado y en un tiempo nunca inferior a 20 minutos. La teoría es clara, pero la práctica no lo es tanto. A veces por exceso de tareas y otras porque se realiza en el puesto de trabajo. El resultado de eludir esta recomendación conlleva los siguientes problemas.
Peor digestión
Un equipo de científicos de la Universidad de Chester (Reino Unido) ha demostrado en un estudio que comer de pie tiene una relación directa en la digestión. Los comensales que eligen esta postura suelen ingerir más rápido los alimentos. Eso conlleva una peor masticación de estos. Y su consecuencia es una mayor tendencia a la indigestión.
“Comer de pie no es nocivo, pero no es una manera recomendable de comer. El momento de comer debe ser un momento relajado, de placer y en el que disfrutemos y nos sintamos cómodos. Cuando comemos de pie suele ser algo improvisado y rápido sin prestarle la atención suficiente. Queremos acabar pronto porque nos cansamos de estar de pie y eso hace que comamos rápido, lo que puede dificultar la digestión”, asegura la dietista-nutricionista Jessica Hierro en una entrevista para Alimente.
Dolores estomacales
Al permanecer erguidos, los músculos no se relajan y obligan al cerebro a enviar una mayor cantidad de sangre a las piernas para mantener la posición. Es entonces, cuando el bombeo se reduce en los músculos que participan en la ingesta de alimentos. La tensión se traslada al estómago y los dolores aparecen una vez concluida la comida.
Se come más cantidad
Es otro de los problemas asociados a esta forma de comer. Al tragar, el estómago se llena de aire y se dilata, provocando un exceso irreal. A las pocas horas de haber comido, esta saciedad momentánea desaparece. Para combatir la sensación de hambre, volveremos a ingerir una mayor cantidad de alimentos. Una cantidad extra que no sería necesaria si hubiéramos comido sentados, y que aumenta las probabilidades de sufrir obesidad.
Mayor estrés
Los expertos advierten que comer de pie incrementa los niveles de estrés. La explicación es sencilla. Esta postura permite la circulación de la sangre y de cortisol, hormona del estrés. Al no bloquear este tránsito, esta hormona llega con mayor facilidad al cerebro, provocando un estado de alerta constante.
Comer de pie: una decisión inadecuada de la que ya conoces sus consecuencias. Sigue los consejos de La Grosella y disfruta de nuestras elaboraciones haciendo una pausa relajada antes de retomar las obligaciones.
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